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ARROZ CON MANGO

IMAGINEMOS A LENNON

IMAGINEMOS A LENNON

Ahora Lennon parece reposar, pensativo, en su banco de un parque del Vedado. Nos encanta sentarnos a su lado. Regalarle flores sin saber si las prefería. Y hasta le hacemos guardia permanente para que nadie vuelva a robarle los espejuelos.

Sin embargo, no es un secreto que hablar del exbeatle en Cuba, en la década de los ’70, era asumir una posición iconoclasta y sospechosa. Llevar bajo el brazo una de aquellas copias metálicas y clandestinas de sus discos, casi portar una bomba lírica como le llaman algunos a sus canciones.

¿Acaso la rigidez política de una época? Quizás, pero también la reacción lógica de los status de entonces, llámense como se llamen, frente a tanto "desatino".

Lennon, para el mundo todo, no era un revolucionario. Era un revoltoso. Tuvo que morir a manos de un loco para que se le comprendiera y fuera asumido con patrimonio universal del alma humana. Aunque, quizás, haya sido víctima de un bien orquestado plan secreto que archiva su muerte en la misma bruma que dejó sin respuesta la última llamada telefónica de la platinada rubia de Hollywood. Con su canción Help!, de su disco homónimo de 1965 en el que aludía a su pérdida de independencia y al aumento de su inseguridad al ser tragado por la maquinaria de la fama, comulgaba con los fantasmas de la propia Marilyn.

Su primera "perversión" pública partió de una travesura juvenil. Orinó a unas monjas desde el tejado de una iglesia en Liverpool. Y, todavía, mucha gente se pregunta si solo trataba de ofender a las religiosas o de algo más profundo como el hecho de desafiar al poder eclesial. A lo cual se sumó, de manera escandalosa y controversial, años después, una declaración que fue casi otra atómica dejada caer sobre el Planeta, cuando declaró que eran ellos más famosos que el propio Jesucristo.

El articulista John Tomson afirma que hasta en su libro A spanner in the works, escrito por entonces, se manifiesta su sentido de ir en contra de las estructuras, llámense sociales o políticas. En él utiliza como título ese juego de palabras intraducibles, pero que tienen un significado semejante a la expresión hispana de "joderlo todo".

Según el propio crítico afirma, en su disco Some Times in New York City (1972), el artista establece su famosa declaración feminista donde expresa que "la mujer es el negro del mundo" refiriéndose a su discriminación doméstica y social, y pide que "pensemos en eso y hagamos algo".

Se suman sus desnudos fotográficos en afamadas revistas de la época, junto a su compañera Yoko Ono, armando un revuelo tal que sus ecos llegan, todavía, a nuestros días. ¿Era John una especie de striper provocativo, de exhibicionista sexual que pretendía mostrar su nada apetitoso cuerpo o se trataba de agredir, con tal actitud, a pruritos y falsas morales de la época?

Claro que también cae en posiciones extremas, según mi punto de vista, cuando en una de sus canciones hechas en contra del sistema carcelario incita a todos a liberar los presos y encarcelar a los jueces. Reacción que solo se puede entender si no se globaliza y se asume como su experiencia personal ante las políticas judiciales de la Inglaterra de su tiempo.

También está su obra Revolution que fuera malentendida y calificada de apolítica y conservadora, según el propio investigador Tomson, cuando lo que pretende es criticar a los grupos de la izquierda radical de entonces que veían solo en los procesos revolucionarios la capacidad de destruir los órdenes viejos, sin asumir, también el carácter constructivo de otros nuevos.

Su emblemática Imagine acaba de cumplir, el pasado jueves, 25 años de creada. Canción escrita en el año 1971 en un contexto mundial en que comenzaba a romperse lo que se ha dado en llamar el "consenso de la postguerra", es decir, el equilibrio de relaciones entre las burguesías imperialistas y sus propias clases obreras. El capitalismo asomaba, cada vez de manera más profunda, su incapacidad social. La hegemonía del poder norteamericano empezaba a ser quebrantada y la derrota de sus tropas en Viet Nam era casi una premonición.

De modo que si en canciones de corte político anteriores como I don’t want to be a soldier, Lennon se ponía piel de soldado para gritar "no quiero morir", en la antológica pieza existe, de manera implícita, la utopía actual de los revolucionarios de hoy, de que otro mundo es posible, cuando expresa: "imagínate a toda la gente/ compartiendo el mundo"; luego afirma: "Puedes decir que soy un soñador/ pero no soy el único"; y lanza una exhortación final: "espero que algún día te unas a nosotros/ y el mundo vivirá como uno".

Por ello, no pretendamos entender a Lennon. Quizás su estatua, en el parque del Vedado, sea un acto nuestro de exorcismo generacional, pero él no está ahí. Prefiero imaginarlo, susurrándome al oído la misma frase de Martin Luther King cuando, desde su I have a dream, nos convocara a un sueño común en que "no estaremos satisfechos hasta que la justicia no caiga como una catarata y el bien como un torrente".

Prefiero imaginarlo, cantándole al mismísimo Bush, frente a la Casa Blanca, aquellos versos de Give me some truth, que tan bien le vienen a esa caricatura de gobierno, a ese gobernante de atrezzo, cuando gritó, Lennon, desde lo más profundo de su alma: "Ya estoy harto de leer chorradas de políticos neuróticos, psicóticos y estúpidos,/ lo que quiero es la verdad,/ ahora."

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