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ARROZ CON MANGO

¡QUE VIVA MI SUEGRA...!


SU CARA era la de un iracundo suicida. Sentado en el parque, mi amigo me espetó sin más ni más: ¡Compadre, escribe de las suegras! Y me habló, entonces, de que había dado un portazo y se fue a ese lugar a refrescar. ¡Estoy harto de sus puyitas y sus insinuaciones.
¿Será realmente que el simple hecho de pasar a ese status siembra en la mujer el cromosoma del hada mala de los cuentos? ¿Manifestación esta del exceso de celo por nuestros hijos? ¿La huella de lo que pudiéramos llamar un machismo globalizado? ¿O, simplemente, ganas de jo…robar? Hagamos un ejercicio de reflexión colectiva.
Miremos, primero, desde la posición de la suegra. Cuando se nos casa un hijo creemos haberlo perdido para siempre. Asumimos que llega un “intruso” a romper la armonía familiar. Casi nunca cumple los patrones que hemos idealizado sobre la pareja perfecta. Siempre tiene a nuestros ojos un defecto. No respetamos la independencia de ellos. Queremos educar a sus hijos según nuestros patrones y violamos las decisiones tomadas al respecto. Tememos hasta por el aprovechamiento que pueda hacer la otra persona de los bienes comunes. Establecemos muchas veces, como campo de batalla, el silencio en lugar del diálogo. No le aceptamos.
Rotemos la posición ahora. Seamos yerno o nuera. Generalmente llegamos a la nueva familia lejos de toda postura humilde y de asumir una real integración. Venimos con la vocación neroniana de incendiarlo todo y construir sobre las cenizas. Se arrastra la predisposición del modelo establecido por la tradición y, en consecuencia, se actúa. No aceptamos la crítica por una persona que ha vivido más que nosotros y, supuestamente, quiere nuestro bien. En el mejor de los casos, colocamos la tolerancia en lugar de la aceptación.
Ahora bien, hagamos otro inventario. Pocas veces se escucha a alguien decir que no soporta a su suegro. Todos los chistes giran en torno a la figura femenina (¿Por qué existen las suegras? Porque el diablo no puede estar en todas partes.) Su nombre es usado, incluso, para nombrar aquellas plantas menos bondadosas como es el caso del enorme cactus mexicano, muy espinoso, al que se le denomina Asiento de suegra o nominar a esos rodetes que, en otras culturas, se usan para llevar pesos sobre la cabeza; además de las múltiples expresiones peyorativas que usamos a diario.
Hasta el cine se ha encargado de acentuar esa imagen maniquea con películas como Una suegra de cuidado, dirigida por el cineasta Robert Lujetic, en la que se cuenta la historia de una profesional que teme perder a su hijo, de la misma forma en la que perdió su carrera, y decide asustar a la nueva prometida convirtiéndose en un ser malévolo y cruel que encarna Jane Fonda.
La historia misma es pródiga en recoger conflictos de este tipo. El profeta bíblico Miqueas, cuando se refiere a la corrupción de Israel, menciona, entre otros asuntos, a las nueras que se revelan contra las suegras. Terencio, el favorito de los círculos literarios romanos, escribió, ya en su época, la obra La suegra, basada en otro contemporáneo griego: Apolodoro de Caristo. O el caso de los enemigos de la reina de España, María Luisa de Orleáns, que estuvieron encabezados por su suegra Mariana de Austria, quien no cesaba de recriminarle su esterilidad.
El caso contemporáneo más sonado es el de la acusación que ha hecho recientemente la gran duquesa y esposa del gran duque Enrique, actual jefe del estado de Luxemburgo, conocida también por “la criolla” debido a su origen cubano, quien acusa a su suegra, la gran duquesa Josefina Carlota, de querer destruir su matrimonio en razón de su origen plebeyo y de presuntas infidelidades.
Pero volviendo al seno de las familias comunes, casi nunca valoramos su papel de matrona, en su acepción noble y virtuosa, que se desvela porque los nietos lleguen siempre a tiempo a la escuela, o tengan la memoria lista, o duerman a pierna suelta y protegidos, mientras la pareja se va de fiesta o a una discoteca a “descontectar”. Para entonces esto no es un mérito, sino una obligación.
Que conste, que no pretendo, con estas ideas, que las suegras me hagan un monumento o que mi amigo nunca más me dirija la palabra. De que las hay, las hay, como mismo sucede con yernos y nuevas. Solo es cuestión de echar a un lado todo lo que pueda separar y dividir y pensar, de manera más edificante en lo que une y sintetiza un verdadero sentimiento filial. El instrumento mejor es el respeto mutuo. Aceptar en lugar de tolerar. Y, sobre todo, de establecer el diálogo franco y conciliatorio. Cada familia ha de buscar su muy particular fórmula, cuando vivimos estrecheces materiales que nos impiden hacer valer el viejo proverbio de que “el que se casa, casa quiere.”

1 comentario

Oprimido PP -

Lei suegra por ahí???
Hola, como va!!!
Te cuento que tengo un blog dedicado solo a las suegras, es algo así como un desahogo ya que ODIO A MI SUEGRA!!!
Hay chistes, anecdotas, noticias, etc... todo sobre suegras!!!
Espero tu aporte!
Nos leemos!