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ARROZ CON MANGO

EL MANGAZO

JEFA, LE DEVUELVO EL MANGAZO

En la cultura latina el que un hombre sea mandado por una mujer es algo muy “delicado”. Siempre los “menos-culinos”, pues las “más-culinas” son ellas, decimos que son más extremistas que nosotros por el simple hecho de querer hacer las cosas de um modo mejor para demostrar ese sofocante feminismo que a veces se traduce en “!Cómo es que no vamos a poder!”

En Cuba existe lo que la gente común conoce como “guataquería” que no es más que asumir una actitud aduladora com alguien que, comunmente, está por encima de uno. Ese no es el caso. Se trata solo de hacer justicia cuando a kilómetros de distancia, con más mar por medio que el carajo, uno se da cuenta de que la mujercita que lo manda a uno es capaz de detener el laberinto de revisar trabajos y políticas de un semanário provincial, que no provinciano, para meterse a la página personal de uno dejarle un mensajito de cariño. Eso es como recibir a distancia un delicioso y oloroso mango fuera de  época.

Y es que mi jefa, independientemente de sus dias malos y sus rabietas como toda mortal, es alguien que se acuerda siempre de quienes más que sus empleados somos sus amigos. Muchas veces hemos discutido. Unas, porque está en desacuerdo con mi manera de escribir criticamente las cosas porque, con toda razón, a veces “se me va la mano”. Otras, porque a quien se le va la mano con la “podadora” que todo director editorial tiene es a ella. Pero pienso que, independientemente, de la rutina de trabajo mañana mismo podrá desaparecer el periódico en que ambos trabajamos y por el cual nos hemos desangrados juntos, dia a dia, durante años o, así de simple, que nos llegue el tiempo de jubilación; mas nunca terminará la amistad que nos asiste, lejos de todo falso maquillaje de relación jefa-empleado o de la necesidad de que me aumente el sueldo, o de que ella pretenda retenerme en su nómina.

Cuando estemos ambos tratando de inventarnos la vida desde ese oscuro desván que conocemos como jubilación, estoy seguro que nos inventaremos también la manera de compartir el mismo rayito de sol que nos alumbra, hace más de 20 años, a través de esta ventanita común que es la vida.

Jefa, a miles de millas de distancia, desde el otro lado del mundo, desde uma gigantesca ciudad que parece tragarme como un supuesto turista más entre tanta gente, le devuelvo el mango más madurado y oloroso por el afecto que nos une, más allá de la cáscara o el simple color que nunca son el anuncio exacto de la dulzura de la fruta.