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ARROZ CON MANGO

CLASIFICADO: \

CLASIFICADO: \ (Para mis amigos brasileros Susanne Buchweitz y Helcio Moura de Cardoso, algunos de los “culpables” de mi amor por ese país)


He buscado en toda la Internet. En las páginas de las subastas más insólitas.
Abro un sitio como Ebay y me encuentro con un “stripper” que vende un implante de senos; un chileno, el dominio www.Pinochet.com; otros ofrecen supuestos restos del Columbia, el balón errado por Beckham en la Eurocopa o tres mujeres vietamitas; y hasta un osado se atreve a subastar el Banco Mundial, que de poco o nada sirve a los países pobres.
Otro propone a su suegra sobre supuestos argumentos de que es “la mejor del mundo”; una agencia de viajes ofrece paquetes turísticos para enviar de vacaciones a su osito de peluche; la venda ensangrentada que cubrió la cabeza de Ariel Sharon, al lesionarse durante la Guerra del Medio Oriente en 1973, resulta altamente cotizada; y hasta un pan de hamburguesa donde, supuestamente, aparece reflejada la imagen de María, causa escándalo.
Y busco. Y busco más a ver quién vende un corazón. Entonces encuentro la noticia de un policía que rescata a gnomos secuestrados; un vuelo suspendido en Argentina por culpa de un caballo; una Valla publicitaria que le busca esposa a soltero de Utah; un político en Rosario que hace campaña regalando despertadores y hasta una universidad romana que ofrece cursos de exorcismos.
Pero nadie vende, materialmente, su corazón.
Solo la poesía lo hace virtualmente. Como un motor—buscador más en el ciberespacio de los sentimientos, que pretende atrapar a otro corazón. Un recurso poético para que el desamor entreteja su red contra el desamparo.
Y un poeta escribe:
“Se vende un corazón que está sangrando/ por una herida profunda que no cierra,/ un corazón que ha sido despreciado/ dejado a la intemperie para que muera.”
Y un solitario pone un clasificado:
“Gran corazón rojo, relleno de defectos y virtudes, dispuesto a dejar de latir por su dueña. Lo único que pide a cambio es que lo quieran un poquito. Es recargable, resistente, duradero, tierno y fiel…¡Decídete ya!”
El humorista recomienda:
“NO se deje el corazón al alcance de las niñas mayores de 18 años. El mal uso del ‘producto’ puede ocasionar traslado de vivienda. Contiene detector de mentiras. ¡Cuídelo que no trae piezas de repuesto!”
Y hasta una suicida alerta:
“Se vende un corazón o se traspasa. Urge la transacción por desamada.”
Y pienso, y siento, que la Humanidad necesita de un corazón único, íntegro, como ese pan que sirve para todo y alimenta.
Un corazón que acabe con el hambre, las guerras, la prostitución infantil, el cáncer, el SIDA, la desidia, el desamor, la envidia, el desacato, el igualitarismo, las falsas libertades de prensa, la demagogia, el desgobierno de los pueblos… en fin, todo lo que enferma el músculo más perfecto, más socorrido, más vilipendiado de la historia.
Un corazón que, en acto de humana magia, trueque en flores las balas que mataron a Lorca; uno como el que atropelló la torpe bufanda de Isadora; el que puso a prueba Neruda en Veinte poemas de amor y una canción desesperada; el de Haydee abrigando a los artistas junto a los desamparados ojos de su hermano en manos de sus verdugos; o el que mudó en manantial aquella mañana en Dos Ríos. El que late, lleno de contradicciones y amores, sobre esta Isla, como quien navega, noche y día, al encuentro de su amada.
Para ello harán falta fábricas de besos en lugar de las de misiles. Sonrisas que viajen hacia otras sonrisas sin llegar a ser como misiones espaciales. Velas que con su pabilo aromaticen la tierra de verdaderas esencias naturales. Cáscaras de silencio antes que fruta de palabrería insana. Funerarias y cementerios clausurados por el ocio. Manos dispuestas a terminar de tejer la inacaba esperanza.
Porque el corazón del Planeta no puede continuar siendo ese caracol al que le han robado el susurro de las olas. Porque necesitamos a alguien, o mejor dicho, a muchos que soplen por la brisa y enrumben proa. Que partan, otra vez, el mar en dos para que el pueblo pase. Alguien que desentierre, de una vez, el tesoro de los buenos corazones heredados.
Estoy seguro, y aquí si digo verdad. No creo que haya nadie dispuesto a vender su corazón por alta que sea la cifra. Pero sí creo que debemos exigirlo. Estamos a tiempo. Debemos exigirnos compartir el corazón, entre todos, como jugosa fruta bendecida.

2 comentarios

Mario Rivas -

Me ha encantado este artículo por su sentido humano y su poesía. ¡Felicidades!
Mario Rivas

Helcio S. Moura Cardoso -

Muito bom. Gostei quando afirma que devemos dividir o coração.